Tesis:

Líneas y abstracciones. Arquitecturas madrileñas de los 50.


  • Autor: SANCHEZ LAMPREAVE, Ricardo

  • Título: Líneas y abstracciones. Arquitecturas madrileñas de los 50.

  • Fecha: 2007

  • Materia: Sin materia definida

  • Escuela: E.T.S. DE ARQUITECTURA

  • Departamentos: PROYECTOS ARQUITECTONICOS

  • Acceso electrónico:

  • Director/a 1º: RUIZ CABRERO, Gabriel

  • Resumen: En los últimos veinte años se han sucedido ininterrumpidamente, y con todo tipo de alcance, publicaciones y exposiciones referidas a la arquitectura de los años 50, y en concreto a la madrileña, a sus arquitectos. Evidentemente el sentido que entonces podía tener la oportunidad de recopilar el material de aquellos anhelos para facilitar un posterior entendimiento crítico, con el afán por contribuir a fijar otro capítulo de la arquitectura española, carece hoy, por lo anteriormente dicho, de sentido. Se sabe hoy que lo que a mediados del siglo pasado sólo pudieron ser ilusiones ligadas decisivamente al interés de los propios maestros locales, marcando con sus realizaciones la historia de su ciudad-, fueron coincidiendo progresivamente con los de la arquitectura europea con posterioridad, de forma decisiva desde la democracia, declinándose antes con matices bien diferenciados. Bajo esa denominación genérica de "arquitecturas madrileñas de los años 50 sólo cabe englobar experiencias y actitudes bien diversas, por más que sus autores compartieran una determinada geografía, difícilmente agrupables si no es por su coincidencia en el tiempo. Que hubiera un sentir común, latente y conocido además a través de ciertas iniciativas como pudieron ser las Sesiones Críticas, no deja de ser un lugar común ampliamente expuesto y que no permite extender mucho más cualquier posible agrupación. Que un grupo de arquitectos coincidieran y se agruparan para abordar los trabajos encargados por una determinada promotora, que un grupo elegido acometiera la realización de un grupo de trabajos similares en determinados puntos de la ciudad, que tuvieran establecido su despacho en la misma calle no pueden ser consideradas más que anécdotas incapaces de establecer nada más allá de las relaciones ocasionales que generaron. Incluso dispuestos a alargar el periodo elegido en favor de la distinción de familias y seguidores o de sintonías en la Escuela de Arquitectura, se podría comprobar cómo la descendencia generacional que algunos arquitectos tuvieron otros no la disfrutaron, sin ni siquiera poderse refugiar en los ámbitos académicos pues tampoco en ellos hubo coincidencias generales significativas. Buena prueba de la dificultad de estos intentos, y de lo que pueden llegar a tener de artificiosos, son las vicisitudes del marchamo "Escuela de Madrid" que años después se procuró definir y difundir. No cabe al respecto más que constatar algo prácticamente inevitable, sin poderse pretender ninguna justificación, por más que haya sido pensado así en algún momento. Es fácil advertir hoy, por ser práctica común, cuánto se entrecruzan los aprendizajes y cómo pasan los paradigmas de un saber a otro, de un campo de conocimiento a otro, desaparecidas las fronteras disciplinares. Inevitablemente por tanto, sensibles y abiertos a diversas materias tanto como a la experiencia del tiempo, a la curva histórica que se brinda, se protagonizan procesos que no son más que búsquedas, en definitiva, de la mejor forma de percibir y comprender sus dimensiones. Para describir el desapego hacia la historia y la autonomía de la disciplina, se podrían rastrear desde hace más de treinta años diferentes razones que habrían propiciado la presentación del objeto arquitectónico, su imagen en definitiva, como único y singular protagonista de la escena, y, como inmediata consecuencia, el desplazamiento de la atención por las cuestiones de método, por todo lo relativo a los procesos. Cómo pensar entonces esa variedad de actitudes y procederes diversos de la arquitectura madrileña de mediados del siglo pasado pasó a ser así, desde bien pronto, el mayor interés y empeño, lo que hoy se podría resaltar como más relevante de este trabajo. Respondido el qué estudiar, la siguiente cuestión sería cómo hacerlo. Porque si lo que rápidamente dejaba de parecer delimitado, contenido así, y suficiente, para pasar a hacerlo dejando entrever imprecisiones, con tendencias centrífugas, móvil y cambiante por tanto, no aconsejaba enfrascarse en ningún descubrimiento ni en la obtención de verdades y resultados. Visto así, quizás no resulte tan importante el tema de la tesis como la experiencia de trabajo que propone. Cabe centrar la investigación en el perfeccionamiento que debería obtener la propia lente, más incluso que en lo que se deposita bajo ella. Ya no tiene sentido contar una historia como si fuera única, ni mucho menos la manera de hacerlo. Si representar un lugar y sus condiciones no tiene una respuesta predeterminada, si la arquitectura no es un problema de solución única, si no se entienden sus propuestas como las únicas posibles allí donde se erigen, si se fabulan e imaginan otras alternativas y distintas, cómo no hacerlo con los textos. Por eso cabe pensar que, en este sentido, la formación, las circunstancias, todo cuanto se quiera estimar, acaba determinando un resultado. William Curtis tituló una vez un texto sobre la obra de unos arquitectos "Líneas de pensamiento, fragmentos de significado". Decía de ellos que "más bien parecen trabajar con varios modos diferentes que revelan secuencias de soluciones, y éstas pueden interpretarse en serie, como una línea de investigación continua". ¿Qué líneas son ésas, qué trazan, cuál es su razón, cuál su precisión? Para los arquitectos, una línea tiene connotaciones geométricas y arquitectónicas que llevan a pensar, entre otras cosas, que cada línea que aparece en un plano tiene la vocación de convertirse en un muro. Sin embargo, tras esta acepción subyace otra posible línea, una línea potencial, como figura de indagación, que es de las que aquí se trata. Incluso habría otra más, la misma idea de línea, una línea revolucionaria, o una línea de compromiso, o de intereses, o de cambio, o de transformación. El desarrollo de la arquitectura es también compatible con estrategias que se comprometan con la investigación de líneas y campos de posibilidades, atadas tantas veces por el azar, lo ilógico y lo no impuesto. Evidentemente se puede pensar que, en definitiva, las cosas (las tesis también) hace tiempo que han dejado de tenerse que producir de una manera única y por tanto ortodoxa. Y que, en la medida en que surjan modos intermedios, mixtos, contaminados, los resultados reflejarán ese origen con más o menos intensidad. El interés que pueda tener esta investigación radica, más que en el asunto a tratar, en el que puedan suscitar sus distintas secuencias narrativas y su organización. Cada uno de los mejores arquitectos de esos años, desde los mayores hasta los más incipientes, representado por uno de sus edificios o proyectos, tiene dedicado una de las zigzagueantes líneas, gravitando cuanto en ella se dice sobre la interpretación del arquitecto y su obra propuestos. Son, por tanto, una serie de líneas, más bien arbitrarias en su trazado, confiadas a la descripción de avatares de la modernidad que expliquen o contextualicen la arquitectura madrileña de los años 50. O que podrían haberlo hecho, cuestión a la que se confían bastantes intuiciones, sin rechazar ni rehuir nada sólo por el hecho de no poderlo demostrar. Es la superposición y la trabazón de estas líneas las que fundamentan el retrato, y no tanto el valor de cada pincelada. Con la curiosidad que caracteriza a las zorras de Isaiah Berlín se han montado estas líneas, con la curiosidad que suscitan las perplejidades desatadas por la fraternal coexistencia de las cosas, por más que el tiempo tienda a separarlas, en el reino de lo visible de Jean Clair. Y también, precisamente por esas distancias, por la contemporaneidad de lo no contemporáneo, con la necesidad de comprender e incorporar cuánto de valioso se pueda estar apreciando hoy. "Para vivir la vida, hay que mirar hacia delante; para comprenderla, hay que mirar hacia detrás", decía Søren Kierkegaard. Los trabajos que aquí se presentan no pretenden inaugurar una nueva visión panorámica de la arquitectura madrileña de aquellos años, ni tampoco tratan de medirlo todo, a ser posible sin excepción, por un mismo rasero crítico. Tratan más bien de subrayar, en diferentes digresiones, algunas características que en ella me parecen esenciales. El procedimiento caso por caso, que cambia de método y enfoque sin grandes escrúpulos ante las dificultades e intereses que se le presentan, concuerda con la señalada variedad con que, en la arquitectura madrileña de entonces, se declinó la recuperación de los afanes modernos.