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Tesis:

Contradictio in terminis. Dialéctica de la ambigüedad en la arquitectura contemporánea.


  • Autor: RUIZ ALLEN, Ignacio

  • Título: Contradictio in terminis. Dialéctica de la ambigüedad en la arquitectura contemporánea.

  • Fecha: 2012

  • Materia: Sin materia definida

  • Escuela: E.T.S. DE ARQUITECTURA

  • Departamentos: PROYECTOS ARQUITECTONICOS

  • Acceso electrónico: http://oa.upm.es/14522/

  • Director/a 1º: MIRANDA REGOJO, Antonio
  • Director/a 2º: LAPAYESSE LUQUE, Concepción

  • Resumen: El siglo XX trajo consigo una nueva sensibilidad caracterizada por la caída en desprestigio de la racionalidad cartesiana y el debilitamiento de las certezas universales, vinculadas a valores estéticos como orden, proporción y armonía. Teóricos como Theodor Adorno, Rudolf Arnheim o Anton Ehrenzweig se encargaron, a mediados de siglo, de alertar del cambio que se había producido en el ámbito artístico. La estética contemporánea parecía tener como nuevo objetivo negar la idea de obra de arte como estructura organizada, acabada y coherente. El orden había perdido su posición privilegiada. Desorden, azar, probabilidad, arbitrariedad, accidentalidad, aleatoriedad, caos, fragmentación, indeterminación…. Poco a poco, nuevos términos fueron incorporados a la crítica estética para dar voz a lo que desde hacía tiempo se venía dando. Las primeras reflexiones en torno a este asunto trataron de establecer modelos interpretativos basados, entre otros argumentos, en la fenomenología de la percepción, los recientes descubrimientos de la mecánica cuántica, el afloramiento de las capas más profundas de la psique o la novedosa teoría de la información. En conjunto, constituían meritorios intentos por dar contenido teórico a una situación tan evidente como desprovista de carta fundacional. Finalmente, en 1962, Umberto Eco integró lo que acontecía en un único entramado teórico en su libro Ópera Aperta. A su entender, toda la producción estética del siglo XX tenía un rasgo distintivo propio: su capacidad para expresar la multiplicidad. Por este motivo, consideró que la naturaleza de la creación contemporánea era, ante todo, ambigua. El objeto de esta investigación es esclarecer las repercusiones que ha supuesto la incorporación, en positivo, de la ambigüedad al discurso arquitectónico del siglo XX. Tal y como exige el rigor académico, habría que comenzar elaborando una acotación precisa del concepto de ambigüedad. Sin embargo, el punto de partida no puede ser más comprometido, puesto que la ambigüedad no se presta fácilmente a ser delimitada. Hablar de ella ofrece la desventaja de que el significante es tan impreciso como el significado. Además, las particulares connotaciones negativas o peyorativas que este término posee en ámbitos ajenos al estético, hacen que aún hoy en día su uso resulte problemático. Otro inconveniente de la ambigüedad es que el sujeto contemporáneo es capaz de localizarla en todo tipo de situación. Esto quiere decir que, además de distinguir la ambigüedad en la obra contemporánea, también lo hace en obras pertenecientes a épocas y estilos remotos. Más de uno se atrevería a decir que todo es ambiguo. Y no deja de ser cierto, porque la ambigüedad, de algún modo, está presente en cualquier creación del imperfecto ser humano. Sin embargo, como se ocuparon de señalar Eco, Arnheim y Ehrenzweig, existen dos grandes diferencias entre el contexto actual y los pretéritos. Una afecta al sujeto y otra al objeto. En primer lugar, es el sujeto contemporáneo, y no los que le preceden, quien ha adquirido la capacidad de valorar y asimilar la ambigüedad. En segundo lugar, en la obra clásica la ambigüedad era un resultado estético por lo general imprevisto, mientras que en la contemporánea, por el contrario, la ambigüedad está presente de un modo deliberado. En cualquier caso, para el desarrollo de esta investigación consideramos que es acertado mantener, como hizo Eco, el término ambigüedad para referirse al panorama estético contemporáneo. Cualquier otro término, de significado más preciso, no haría sino presentar aspectos parciales y limitados de una situación tan compleja como difícil de categorizar. Para este caso, y contrariamente a lo que habitualmente pudiera suponerse, ambigüedad es el término que mejor se ajusta, debido fundamentalmente a su particular falta de concreción. Es más, precisamente esta falta de concreción es la que nos permite asignarle a la ambigüedad una condición dinámica, que en otros términos difícilmente podría resultar operativa. De este modo, en lugar de intentar acotar la idea de ambigüedad, analizaremos su evolución en el siglo XX y las consecuencias que este hecho tuvo en el discurso arquitectónico. En lugar de definir qué es, estudiaremos qué implicó en cada momento. Trabajaremos con la ambigüedad como presencia constante que siempre ha estado latente en la producción estética, pero cuya naturaleza se ha visto modificada con el paso del tiempo. Eco, en su momento, distinguió entre ambigüedad clásica y ambigüedad contemporánea. Actualmente, medio siglo después, el reto consiste en evaluar si la idea de ambigüedad se ha mantenido inalterada desde entonces o ha sufrido una nueva transformación. Lo que este estudio pretende demostrar es que sí ha habido transformación y que ésta tiene mucho que ver con el cambio de contexto cultural y estético que se ha producido en la segunda mitad del siglo pasado: el paso de la modernidad a la postmodernidad. Esta suposición nos lleva a establecer dos niveles distintos de ambigüedad dentro de la contemporaneidad: uno asociado con la modernidad, el otro con la postmodernidad. El primer nivel de ambigüedad está ampliamente reconocido y divulgado desde hace tiempo. Sus principales características son la multiplicidad codificada, la libertad interpretativa y la participación activa de un sujeto encargado de interpretar y dar conclusión a una obra que se le ofrece incompleta o indefinida. Esta idea de ambigüedad es equiparable a la de indeterminación, término exitosamente incorporado al lenguaje estético contemporáneo. El segundo nivel de ambigüedad ha pasado más inadvertido a la crítica estética, aunque hace tiempo que ha sido señalado y estudiado por algunos intelectuales, como Fredric Jameson o François Lyotard. Según proponen, la producción estética postmoderna ha trascendido la idea de multiplicidad para instalarse en un nuevo plano en el que, aun existiendo ésta, tanto la libertad interpretativa como la participación activa del sujeto han sido puestos en entredicho, y en última instancia, rechazados. La ambigüedad, en este periodo, parece haber alcanzado territorios en los que ya no se puede obtener una imagen definitiva y completa de la obra porque ésta se ha convertido en un artefacto ilegible. La obra postmoderna ofrece una multiplicidad inaccesible, siendo por naturaleza profundamente contradictoria. Esta evolución de la idea de ambigüedad muestra una sorprendente analogía con el análisis del lenguaje poético de William Empson, publicado en 1930 bajo el título de Seven Types of Ambiguity. Empson estableció diferentes niveles de ambigüedad, ordenándolos según su efecto poético. Su clasificación respondía a una lógica ascendente en un movimiento guiado hacia la incoherencia. En el séptimo nivel, el de máxima complejidad, ubicó la contradicción entre opuestos irreconciliables. Se diría que la contradicción, al socavar la coherencia de la obra, fue el vehículo más apropiado que la estética contemporánea ha encontrado para confirmar la hoja de ruta hegeliana, según la cual, el arte acabaría por negar su capacidad de expresar la verdad. Buena parte de la transformación que ha experimentado la arquitectura a lo largo del último siglo se debe a la incorporación activa de la ambigüedad a su discurso teórico. En la modernidad la ambigüedad está presente a posteriori, en la revisión crítica que sobre ella han realizado teóricos como Colin Rowe, Bruno Zevi o Manfredo Tafuri. La aparición, a mediados de siglo, de diversos estudios sobre la arquitectura manierista sirvió para situar al frente del debate arquitectónico ciertas virtudes de un estilo tradicionalmente vilipendiado y minusvalorado. A partir de su divulgación, algunos teóricos comenzaron a detectar semejanzas entre el manierismo y la arquitectura moderna, considerando que, en ambos casos, se trataba de movimientos encaminados a romper dogmas precedentes. La recuperación del manierismo posibilitó, por vez primera, agrupar ambigüedad y modernidad en un mismo enunciado. Por su parte, en la postmodernidad la ambigüedad se manifiesta ex profeso, ocupando un lugar preferente en el discurso teórico de los arquitectos más influyentes de este periodo. La distancia que mediaba entre su identificación desde el análisis y su inclusión dentro de una estrategia operativa se diluyó bajo la influencia del estructuralismo, cuya metodología tenía ambición de convertirse en modus operandi. El análisis estructuralista, por otra parte, permitió que la arquitectura comenzara a ser considerada lenguaje y estudiada como tal. En virtud de este modo de hacer, el proyecto postmoderno distinguió entre los componentes principales del lenguaje arquitectónico, desarrollándolos por separado. Esto hace posible hablar, no de uno, sino de tres proyectos teóricos: proyecto semántico, proyecto sintáctico y proyecto pragmático. Al frente de cada uno de estos proyectos se sitúan aquellos arquitectos cuya labor partió de un manifiesto interés por explorar y desarrollar el potencial que ofrece la utilización de la contradicción en la arquitectura. De este modo, se podría decir que Robert Venturi, Peter Eisenman y Rem Koolhaas fueron quienes establecieron los principales cauces a través de los cuales la arquitectura desarrolló la dialéctica de la ambigüedad como proyecto teórico en cada uno de los componentes del lenguaje arquitectónico. Robert Venturi elaboró una nueva interpretación semántica de la arquitectura, Peter Eisenman hizo lo propio con la sintaxis y Rem Koolhaas con la pragmática. Con este planteamiento de partida, la investigación aspira a establecer un nuevo hilo argumental que contribuya a la reflexión sobre las particulares implicaciones que tuvo en el ámbito arquitectónico el paso de la modernidad a la postmodernidad. Asimismo, el recorrido propuesto, siendo alternativo, permite proyectar luz sobre ciertos aspectos todavía inadvertidos que han dado forma a la herencia arquitectónica de los últimos años, consecuencia de una fructífera relación entre arquitectura y ambigüedad, y su provocadora consumación en una contradictio in terminis.