Tesis:

Espacio material : la arquitectura como extensión topológica (hilemorfismo e hilozoísmo en arquitectura)


  • Autor: MARCOS ALBA, Carlos L

  • Título: Espacio material : la arquitectura como extensión topológica (hilemorfismo e hilozoísmo en arquitectura)

  • Fecha: 2009

  • Materia: Sin materia definida

  • Escuela: E.T.S. DE ARQUITECTURA

  • Departamentos: PROYECTOS ARQUITECTONICOS

  • Acceso electrónico: http://oa.upm.es/52320/

  • Director/a 1º: MIRANDA REGOJO-BORGES, Antonio

  • Resumen: Esta tesis doctoral propone la concepción del espacio arquitectónico como espacio material y la consideración de la arquitectura como extensión topológica. Para ello se ha recurrido a tres conceptos filosóficos en torno a los que se articula todo el discurso teórico de la misma: el hilemorfismo aristotélico, la extensión de Spinoza y Descartes, y el concepto de topos o lugar en Aristóteles. La idea del espacio que los arquitectos han manejado tradicionalmente ha estado enormemente vinculada al concepto del espacio abstracto -el espacio concebido como receptáculo- que encontramos ya desde los presocráticos y que se ha desarrollado por la Geometría, las Matemáticas o la Física, lo que ha terminado de asentar dicha concepción apenas con matices sobre la realidad de su existencia o no. La arquitectura construida se desenvuelve necesariamente en el espacio euclídeo; invariablemente, el espacio arquitectónico ha sido equiparado a la geometría que lo configura. Pero para que la arquitectura sea esa “Física hecha carne” a la que se refiere Borchers debe estar construida a partir de límites materiales. El hilemorfismo aristotélico establece la composición dual de las substancias (los particulares) a partir de dos principios de la existencia: la forma y la materia, ambos igualmente necesarios para la constitución real del ser. Si analizamos una obra de arquitectura atendiendo a este principio ontológico observaremos que está constituida por un elemento formal, la geometría, y otro material, el espacio y la materia. Lo que en un principio puede resultar paradójico resulta ser bastante revelador: el elemento material de la arquitectura está indistintamente constituido por espacio y por materia. A diferencia de lo que sucede en el caso de un objeto cuya forma se contrapone a su constitución material, en la arquitectura la forma es doble: una cóncava hacia el interior y otra convexa al exterior pero definida igualmente por un elemento material. De la misma forma que nadie cuestiona la doble naturaleza material y espacial en la topología de una esponja, no se puede concebir la arquitectura como una realidad desmembrada en tres partes cuando en realidad se trata de una sola y misma cosa. Dado que los conceptos de espacio y materia se nos han dado como antagonistas necesitamos recurrir a un concepto que aúne ambos superando la tradicional polaridad: la extensión. El concepto de extensión acuñado por Descartes y Spinoza no distingue entre lo que es materia y lo que es espacio aunando dos conceptos que tradicionalmente se han considerado antagónicos en una única realidad que introduce una dialéctica de complementarios. Por otro lado, la concepción del espacio como receptáculo desplazó a lo largo de la historia la idea alternativa que proponía Aristóteles: el espacio concebido como topos o lugar. Si para Platón el espacio era una forma de existencia que estaba muy próxima al no-ser y que en ningún caso podía ser material o ideal, el enfoque más materialista de Aristóteles le impedía conceder cualidades de la existencia tales como la extensión al espacio si éste era una forma de no-ser. Así, Aristóteles propuso una noción topológica del espacio en la que éste estaba determinado por los cuerpos materiales; esto es: el espacio concebido como negativo de la materia. En la arquitectura, habida cuenta de la configuración material del espacio, la concepción aristotélica del espacio como lugar resulta mucho más pertinente. Y no sólo porque permite considerar condiciones locales para la arquitectura sino porque las relaciones de escala, posición (proximidad y lejanía), orientación y tensión caracterizan igualmente al espacio interior, toda vez que éste es el anverso de un límite material cuyo reverso forma parte del lugar. Cuando se ha abordado desde un punto de vista teórico el espacio arquitectónico se ha pivotado entre enfoques “espacialistas” o “materialistas” primando más el espacio considerado como geometría o el cerramiento material como definidor de ésta. La tradicional disociación entre lo que es material y lo que es espacial en el ámbito de nuestra experiencia ha contribuido a esta polarización. Así, nuestro enfoque establece una lectura de la arquitectura incorporando la materia como elemento determinante de la organización espacial que vincula necesariamente interior y exterior, un cobijo construido en un lugar. A consecuencia de ello, las cualidades que convencionalmente se atribuyen al espacio como concepto abstracto y receptáculo de lo material no pueden aplicarse a la arquitectura. Así, el espacio arquitectónico no es ilimitado, no es homogéneo, no es isótropo, no es continuo, no es homoloidal, no es no es inmaterial ni vacío, y sí es tridimensional aunque sus límites pueden tener una, dos o tres dimensiones. La tesis propone una estructura del espacio material cuyos elementos son invariantes y por ello trascienden las distintas épocas o estilos, tal y como se demuestra con diversos ejemplos de distintas épocas. De este modo se comprueba la hipótesis inicial de que en la arquitectura de todos los tiempos existen elementos comunes que definen su ser esencial. Dado que la evolución del lenguaje de la arquitectura ha venido determinada por la relación entre el espacio y la materia hemos establecido, atendiendo a esta relación, una clasificación de siete categorías de la arquitectura. Por lo tanto, cuando diseñemos o cuando analicemos una obra de arquitectura es indispensable considerar la relación entre la materia y el espacio. Aplicado al espacio material esto determinará la densidad, la compacidad, la conectividad o la fluidez del mismo, algo que no se puede obviar dado que la geometría de los límites materiales está determinada tanto por la forma como por la resistencia material de éstos bajo el influjo de la gravedad. De hecho, la desmaterialización como constante histórica dentro de la arquitectura es la consecuencia lógica de la utilización de los tipos y materiales estructurales con un creciente grado de eficiencia debido a un conocimiento mayor del comportamiento estructural. Por otro lado, la relación entre el espacio y la materia aplicada directamente al límite material conducirá a propiedades tales como la permeabilidad o la opacidad, y en términos visuales a la transparencia. Algo que nos recuerda la idea de espacio del Tao Te Ching. A pesar de que podría pensarse que la condición topológica de la arquitectura se relaciona con la Topología matemática no es así, al menos no para el espacio arquitectónico construido, que es euclídeo. Sin embargo, con la aparición del espacio virtual –algo que afecta únicamente a la arquitectura en su concepción, no a su estructura como espacio material- y su ilimitada plasticidad, en cierto sentido, constituye conceptualmente un espacio topológico. Dicho espacio debe considerarse en el contexto de una existencia virtual derivada de su potencialidad en el proceso de diseño, lo que implícitamente incluye el tiempo, en contraposición con la estática existencia de lo material. Así pues, la consideración topológica de la arquitectura construida debe ser entendida en relación con el concepto de topos aristotélico. ---------------------------------------------------ABSTRACT --------------------T------------------------he PhD deals with the conception of the architectural space as material space and of architecture as topological extension. The research has been structured on three philosophical concepts which articulate its theoretical discourse: Aristotelian hylomorphism, Spinoza’s and Descartes’ extension, and the concept of topos or site in Aristotle. The architect’s conception of space has traditionally been linked to an abstract idea of space –space considered as a container- which may be traced to pre-Socratic philosophers and which has been further developed through Geometry, Mathematics or Physics, a fact that has resulted in placing this concept, with few changes, and has strongly contributed to settle such conception, being questioned by nuances regarding the reality of its existence. Built architecture necessarily unfolds itself in the Euclidean space; invariably, the architectural space has been identified with the geometry that shapes it. However, in order for architecture to become that “Physics made flesh” Borchers refers to, it has to be built maintaining a regard for its material limitation. Aristotelian hylomorphism establishes a dual composite of substances (the particulars) based on two principles of existence: form and matter, both equally necessary in the constitution of being. If we analyse a piece of architecture with respect to this ontological principle it can be observed that it is made up of a formal element, its geometry, and a material one, indistinctly its space and its matter. What may at first glance seem a paradox is really very revealing: the material element in the architectural substance is, in fact, composed of space and matter. In contrast to the case of a material object whose form is in counterpoint to its material constitution, in architecture the form is double: a concavity towards the interior and a convexity projecting itself outwards; nevertheless, analogously defined by a material element. Just as the material and spatial twofold in the topology of a sponge is unquestioned; architecture cannot be conceived as a threefold dismembered reality when it is actually a single and same thing. Given that the concepts of space and matter have been conceived as antagonists we need a notion capable of unifying both in order to overcome the traditional polarity: extension. The concept of extension coined by Descartes and Spinoza does not distinguish between that which is matter and that which is space, thus unifying two concepts that had been thought of as antagonists resulting in dialectic complementariness. On the other hand, the conception of space as a container displaced over time, the alternative idea of space that had been proposed by Aristotle: space conceived as a topos or place. If for Plato space was a form of existence very close to not-being, that in no way could be ideal nor material, the more materialistic approach given by Aristotle prevented him from admitting any properties of existence, such as extension, of space if it was to be considered a kind of not-being. Therefore, Aristotle proposed a topological notion of space which was determined by material bodies; that is: space conceived as the negative of matter. In architecture, provided the material configuration of space, the Aristotelian concept of space as place is unquestionably more pertinent. Not only because it permits the consideration of local contextual conditions for architecture but because the relationship of scale, position (proximity and remoteness), orientation and tension are also characteristic of the interior space; the latter considered as the obverse of a material limit whose reverse is part of the place. Whenever architectural space has been addressed from a theoretical point of view it has hinged on “spatialistic” or “materialistic” approaches considering it either as the geometry or the material enclosure that shapes it. The traditional dissociation between the material and the spatial in the context of our living experience has firmly contributed to this polarization. Whereas our approach to architecture enhances matter as a determinant element in spatial organization, something that necessarily brings together interior and exterior, a shelter to dwell built in a place. Due to all of the above, the properties that are conventionally given to space as an abstract notion and a container of materiality are not valid for the architectural space. Therefore, architectural space is not unlimited, nor is it homogeneous, nor is it isotropic, nor is it continuous, nor is it homoloidal, nor is it immaterial or empty, and yes, it is threedimensional although its limits may be one, two or three-dimensional. This work proposes a possible structure of the material space whose elements are invariants transcending epochs or styles, as it is shown with various examples throughout history. The initial hypothesis which considers that there should be a set of constant elements defining the very essence of architecture independently of when it is built is thus confirmed. Considering that the evolution of architectural language has been settled on the relationship between matter and space we have, therefore, established a classification of architecture in seven different categories. Consequently, when we try to design or to analyze an architectural building it is unavoidable that we consider this relationship between space and matter. Applied to the material space this will determine the density, the compactness, the connectivity, or the fluidity of itself, something that cannot be obviated because the geometry of the enclosing limits is determined by both, their shape and their material resistance, governed as it is by gravity. In fact, the dematerialization in architecture as a historical constant in architecture is the logic outcome of an increasing level of efficiency based on a better knowledge of structural performance. On the other hand, this relationship between massiveness and the emptiness applied to the materiality of the limits will provide properties such as permeability or opacity, and visually speaking, transparency. All of which recalls the conception of space in the Tao Te Ching. Although it would seem that the topological condition we have observed in architecture is somehow related to mathematical Topology, this is not so; at least not for the built architectural space, which is necessarily Euclidean. However, in relation to the emergent virtual space –something that only affects the conception of architecture itself, not to the structure of the built space- and its unlimited plasticity, in a certain sense, it conceptually entails a topological space. Such space must be considered within the context of its virtual existence derived from the potentiality involved in the process of design, something implicitly including time, in opposition with the stasis of material existence. Accordingly, the topological notion in built architecture must be understood with regard to the concept of Aristotelian topos.